viernes, 11 de diciembre de 2009

INSURGENTE, acaba de publicar una entrevista con la dirigente de CORRIENTE ROJA, Nines Maestro, con la cual hemos tenido ocasión de intercambiar opiniones en algunos foros. Más allá de posibles y lógicas diferencias con Corriente Roja, hay elementos tácticos y estratégicos en los cuales hemos confluido: el análisis de la situación económica del estado español, el papel de la izquierda independentista en la reestructuración de una izquierda solidaria a nivel del estado  y, por ello,   la contradicción de de la consigna "Tercera República".


Esto no quiere decir, reiteramos, que estemos de acuerdo en todo aquello que manifiesta CORRIENTE ROJA. Ahora bien, la situación económica, social y política del estado, necesita, urgentemente -en momentos de confusión política como los que vivimos, en muchos casos interesada, de corte reduccionista- de clarificaciones y de ciertas complicidades tácticas y estratégicas.


Reproducimos, por espacio, la parte referida a la posición política que se resume en la consigna "TERCERA REPÚBLICA". Un análisis que, de manera general, compartirmos.

La entrevista completa se puede leer, clicando sobre el título de la misma o en CORRIENTE ROJA.

COL·LECTIU ANTIFEIXISTA IÑAKI ROA RISK



¿LA LUCHA POR LA III REPÚBLICA ES ESTRATÉGICA PARA LA ACUMULACIÓN DE FUERZAS DE LA IZQUIERDA?

La lucha por acabar con el régimen monárquico impuesto por la Transición y con todo el entramado de las clases dominantes que sobre él se sustenta es, efectivamente, estratégico porque se hizo para consumar una doble derrota: la de los pueblos del Estado español tras la guerra civil y la del potente movimiento obrero y popular construido en la lucha contra la Dictadura.
Quiero abrir aquí un debate que me parece necesario.
La traición mas fuerte a los pueblos del Estado español perpetrada en la Transición fue la imposición de la monarquía. Por un triple motivo:
*porque el rey designado por Franco encarnaba, y encarna, la perpetuación del dominio de las clases dominantes vencedoras de la guerra civil y de sus aparatos de Estado.
*porque su aceptación implicaba la ruptura con la indispensable continuidad de las luchas emancipatorias y muy especialmente con el tesoro de dignidad que nos legaron quienes se dejaron la vida y la juventud en la lucha contra el fascismo en el campo de batalla aquí y al lado de otros pueblos europeos, en el exilio, en las cárceles, en las cunetas en ejecuciones extrajudiaciales y en los asesinatos perpetrados por fuerzas represivas y grupos fascistas.
*porque su papel constitucional de jefe de las fuerzas armadas, éstas a su vez garantes de la unidad de España, erigen al rey en símblo máximo del nacionalismo español más arcaico y por ello máximo baluarte frente a los derechos nacionales de los pueblos del Estado español.
La consecuencia de todo ello es que la lucha por la República es efectivamente estratégica y que sin la fuerza de la memoria de quienes nos precedieron, que con tanta saña como inteligencia pretendieron y pretenden extirparnos, no seremos capaces de reconstruir nuestras organizaciones de clase y de pueblos soberanos.

El asunto que quiero plantear es si la lucha por la III República, es decir una República del Estado español, fedral o confederal y continuidad de la II, es la formulación adecuada.

Que asumamos la enorme legitimidad histórica de la II República, no quiere decir que ignoremos errores o asuntos inconclusos. Por ejemplo, la insensibilidad del Gobierno del Frente Popular frente a la legítima lucha antiimperialista de los pueblos de las colonias africanas fue el caldo de cultivo que bien aprovechó Franco. Son hechos reales las dificultades para la aprobación de los Estatuos catalán, vasco y gallego, no llegando a consumarse los dos últimos, fruto de enormes tensiones entre el nacionalismo español republicano y los deseos de autogobierno de las nacionalidades históricas de los que partipaban ampliamente las organizaciones obreras, incluidas de forma destacada las comunistas.
Más allá dela historia de la II República, hay un hecho innegable. La identidad nacional y la reivindicación del Derecho de Autodeterminación ha servido en las nacionalidades históricas, incluida Andalucía con el ejemplo del SOC-SAT, como elemento de resistencia y dique de contención frente a la debacle política, sindical y de los movimientos populares en el resto del Estado español. Este hecho toma proporciones mucho mayores en Euskal Herria, donde el rechazo al régimen de la Transición y su reivindicación de Independencia y Socalismo ha servido para mantenr la continuidad histórica de la lucha y de sus organizaciones.
Estos hechos, a mi juicio incontestables, a los que habría que añadir realidades que desconozco más como la del pueblo canario, cántabro, asturiano, etc, no suponen que se puedan crear artificialmente “identidades nacionales” en otros lugares del Estado.

Me remito al análisis realizado anteriormente por el que se concluye que uno de los elementos claves que muestra la insostenibilidad del marco constitucional de 1978, sin duda agudizado por la crisis económica y por las fuerzas centrífugas que alimenta en sectores de la burguesía, es su incapacidad para dar respuesta a la voluntad de soberanía y autogobierno de los pueblos.

La tesis que planteo tiene dos vertientes que son inseparables:
El análisis objetivo de la realidad y el pánico desatado en los aparatos del Estado por Iniciativa Internacionalista ha mostrado con claridad meridiana que no es posible construir una alternativa política real que no plantee como dos caras de la misma moneda la emancipación de la clase obrera y los derechos nacionales de los pueblos del Estado español, frente al régimen surgido de la Transición y a sus aparatos de Estado como instrumentos de dominación en ambos frentes.
La lucha por la República, que además de su legitimidad histórica, aporta elementos cruciales de identidad popular y de memoria indispensable de continuidad en la resistencia y en la lucha emancipatoria, no puede obviar la realidad, ni la legitimidad de la lucha por la independencia de los pueblos del Estado español, ni su valor para quebrar la identidad españolista, clave en el aparato ideológico de las clases dominantes. Otra cosa serán las condicones concretas en que las luchas nacionales y de clase se manifiesten y la adecuación a las mismas que nos exijan.
En consecuencia hablar de III República, no así de la República a secas, supone negar o supeditar, el derecho de los pueblos vasco, catalán, gallego, etc, a sus legítimos objetivos de independencia. Además introduce una discusión que calificaría de absurda por extemporánea, acerca de qué será primero si el ejercicio concreto del Derecho de Autodeterminación o la República, sino fuera porque su mismo planteamiento nos aleja del objetivo central común: acabar con el régimen de la Transición monárquica.
Las conclusiones, mientras tanto, son claras:

Que la situación de crisis política y económica muestra que las clases dominantes y sus representantes políticos están ante una situación extrema, en la que los colchones de legitimidad desaparecen y su única posiblidad es acentuar la represión y la explotación.

Que en Euskal Herria su incapacidad para la propuesta política se resuelve arreciando en lo único que es capaz de ofrecer, la represión.
Que la impunidad con la que actúan es precisamente posible por el éxito conseguido en levantar un muro entre la lucha del pueblo vasco y el resto de las luchas obreras y populares en el resto del Estado.
Que en otros pueblos del Estado, el ejemplo de resistencia del pueblo vasco puede servir de pilar para la reconstrucción de nuestra memoria colectiva y de nuestras organizaciones obreras y populares, que deben llevar en su código genético el respeto por los derechos nacionales de los pueblos del Estado español.
Que a partir del compromiso real con el derecho a la independencia de los pueblos del Estado español es preciso construir, paso a paso, encuentro a encuentro, solidaridad a solidaridad, elementos de lucha conjunta frente al enemigo común: el Estado que oprime a los pueblos y el mismo Estado que representa a las clases dominantes.
Todo ello sin presuponer o anticipar marcos que encorseten proyectos políticos nacionales de cada pueblo que, legítimamente, actúen en los tiempos y en los contenidos, de acuerdo con los caminos que abra la lucha popular.